Ya ha pasado un año desde que aterricé en este maravilloso pueblo: Casarabonela.
"Bonela" para los amigos ;-)
Ha sido un año cargado de emociones, de aprendizajes, de nubes y claros, de lunas y estrellas,
de amaneceres y noches en vela, de sombras y colores, de sonrisas y lágrimas,
de ilusiones, de tranquilidad, de equilibrio, de sueños cumplidos.
Hace 15 años soñaba con vivir en un lugar así,
más cerca de lo esencial, más conectada con lo natural.
Y aquí me encuentro hoy disfrutando cada día de la vida rural que me ofrece esta tierra.
Tierra serrana con olor a hinojo y sabor a aceituna.
Tierra cálida que te agranda el corazón por sus gentes tan humanas.
Tierra abierta que te acoge sin conocer tu origen ni destino.
Tierra luminosa que se pinta con los mejores colores para que tu retina no la olvide.
El granado ya está brotando tal y como lo encontré.
Las primeras hojitas rojas que anuncian la primavera ya están abriéndose a la vida.
Aún tengo el sabor de sus dulces granadas...
El membrillo está empezando a abrir sus flores.
Flores que me tuvieron muy entretenida contemplando e inmortalizando su belleza.
Esas flores que me regalaron la carne de membrillo que hoy he desayunado.
Las vecinas águilas calzadas ya empiezan a levantar el vuelo.
Los carboneros han vuelto a ser el despertador de mis mañanas.
La tierra ya está tornando a verde.
Alfombras amarillas de "flores bonitas" están pintando los olivares.
Los bulbos ya están abriendo sus flores.
El agua sigue rompiendo el silencio.
Los días se están alargando.
La primavera se aproxima para volver a iluminar nuestros sentidos.
Yo ya he empezado a disfrutar de ella, ¿y tú? ;-)
